8 de junio de 2014

Izquierdismo: ¿Cuál es el Problema? (1ª parte)



Aunque el término “Izquierda” se usa hoy día con mucha frecuencia en las discusiones sobre política, el término “Izquierdismo” apenas se utiliza. Con frecuencia se usan los dos términos sin saber claramente a lo que se refieren. Así, en muchas ocasiones se puede plantear la duda de si tal organización o tal persona son de izquierdas. Además de la ambigüedad en el uso de los términos, ocurre que según los criterios que se usen alguien podrá ser de izquierdas unas veces y otras no. Y para añadir más jaleo al asunto hay gente de izquierdas que dicen que no son de izquierdas.
Por otro lado, en una sociedad de masas las cuestiones políticas se tienen que tratar a un nivel lo suficientemente simple como para que pueda ser comprendida por toda la población (o su mayoría). Esto implica que los asuntos complejos son simplificados hasta el punto que los representantes políticos parecen simples manipuladores en busca del beneficio de su bando. Por eso, en estas condiciones, un análisis crítico que afecte más a un bando siempre será malinterpretado por alguna de las partes para usarlo a su favor en el juego Derecha-Izquierda, aunque esa no sea su intención. Analizar el izquierdismo no implica defender a la Derecha política, a pesar de que algunos lo vean así. El enfoque de este artículo no seguirá en esa línea puesto que está en unas coordenadas totalmente distintas y alejadas de las perspectivas dicotómicas de la política convencional.
Este artículo se centrará más en los conceptos que en los términos lingüísticos empleados para designarlos. Es una cuestión de no perder el tiempo ni hacérselo perder al lector.

Ser de Izquierdas y ser Izquierdista
Para empezar, conviene aclarar lo que estos conceptos significan en este artículo y quedarse con la idea de lo que se quiere decir antes que con el término o la etiqueta que se le pone a cada concepto. Así pues, ¿qué es ser de izquierdas? Brevemente se podría decir que es creer que la sociedad debe organizarse para cuidar de todas las personas por igual, asegurarlas un mínimo bienestar y garantizarlas que algunas de sus necesidades estén satisfechas. Por tanto, los ideales que asume por lo general una persona de izquierdas son la igualdad, la solidaridad más allá de los allegados y la felicidad. Claro, estos ideales pueden ser entendidos de muy diversas maneras: dependiendo de a quiénes se quieran aplicar, es decir, la escala a la que se desean implantar (regional, nacional, mundial, universal), se obtiene una corriente de izquierdas u otra. Y lo mismo para las distintas interpretaciones de “igualdad” o “felicidad”. La Izquierda se caracteriza por una amplia pluralidad de corrientes. Quizá incluso pueda darse el caso de que algunas corrientes estén enfrentadas irremediablemente (o eso aparentan algunas veces). Antes se mencionó que había gente de izquierdas que negaba pertenecer a la Izquierda, ejemplo de ello son la gran mayoría de los anarquistas: tienen valores de izquierdas, pero aseguran no pertenecer a ella.
Por otro lado, ¿qué es ser izquierdista? Ser izquierdista no se va a usar como sinónimo completo de ser de izquierdas. La razón es la siguiente: resulta de gran interés distinguir entre los ideales y las actitudes psicológicas (y el comportamiento que ellas inducen) porque nos señalan matices importantes que no deberían pasar desapercibidos. Si bien no existe un rasgo psicológico definitorio de una persona izquierdista, sí existen una serie de rasgos psicológicos que se dan con una frecuencia notoria entre las personas izquierdistas, de modo que pueden ser indicadores bastante fiables. No puede haber una fiabilidad total debido a que el comportamiento humano es muy versátil y puede estar causado por diferentes motivos. Por ejemplo, mientras que en una persona uno de esos rasgos la conducen a ser izquierdista, otra puede serlo simplemente por imitación de sus amigos (“como lo hacen los demás…”).
Considerándolo como una categoría tipo, el izquierdista se caracteriza por tener unas actitudes psicológicas concretas. Si uso izquierdista, que comparte raíz semántica con Izquierda, es porque la mayoría de la gente de izquierdas presenta también esas actitudes, aunque no sean comunes a todos. Es decir, ser de izquierdas y ser izquierdista son características que vienen asociadas muy a menudo. Respecto a la definición de izquierdista en la que cuenta la actitud psicológica, hay dos enfoques a considerar. Uno, cómo desarrolla su vida una persona y dos, cómo la sociedad influye sobre ella.
En la actualidad, las personas que viven en la sociedad tecnoindustrial están enfrentadas al hecho de la ausencia de metas significativas en sus vidas. Cuando se oye hablar tanto de sensación de vacío, de malestar psicológico, de depresiones y otros problemas psicológicos, resulta inevitable preguntarse qué está ocurriendo. Hay que tener presente que esta sociedad ha permitido a las personas realizar multitud de actividades que nunca antes los seres humanos habían realizado. Y aun así, hay personas que se sienten vacías en sus vidas o algo menos que inútiles. Muy posiblemente la clave se encuentre en el modo en que esta sociedad obliga a vivir a la gente, entrometiéndose en aspectos importantes de la vida humana. Los seres humanos, por naturaleza, buscan alcanzar algunos objetivos vitales empleando cierta cantidad de esfuerzo y, en mayor o menor grado, a su manera; es decir, con autonomía. Intentar alcanzar esa clase de objetivos (objetivos que son importantes para su existencia como conseguir alimento, un lugar donde vivir o un compañero sexual) esforzándose y sintiéndose partícipe de cómo se alcanzan, le da aliciente a la vida; de hecho, para muchos es la salsa de la vida. Pero ocurre que en esta sociedad o bien los objetivos vitales significativos están asegurados con un esfuerzo mínimo o bien se alcanzan siguiendo un proceso excesivamente pautado por reglamentaciones y normas de todo tipo. (En algunos casos, algunos de esos objetivos son directamente inalcanzables). El lector tendrá que disculpar la generalización, seguramente no todo el mundo viva de esa manera, pero sí es cierto que la mayoría en esta sociedad sí lo hace. Así es como una persona corriente se ve obligada a llevar su vida: de un modo insatisfactorio respecto al proceso descrito antes, denominado por algunos “proceso de poder” o “proceso de autonomía”. Ante esta insatisfacción, se buscan todo tipo de actividades que entretengan, que den sentido a la vida, que produzcan lo que esta vida se niega a darles. Así, la gente es capaz de cualquier cosa con tal de huir del aburrimiento, del tedio; bueno, en general, es capaz de hacer cualquier cosa con tal de obtener algo significativo en su vida aunque no acaban de saber lo que buscan.
El segundo enfoque trata sobre el modo en el que la sociedad influye y condiciona a las personas. Desde hace tiempo, la sociedad viene incrementando su capacidad para influir en los individuos. Diversas instituciones tienen como cometido conseguir que la gente se comporte de un modo determinado para que participe de modo óptimo en el funcionamiento de la sociedad tecnoindustrial. Es decir, se encargan de socializar a los individuos para que puedan realizar lo mejor posible las tareas que la sociedad, como sistema, “necesita” que se realicen. Estas instituciones han alcanzado un gran control sobre lo que la gente puede llegar a pensar y a hacer. En algunos casos, las personas llegan a asimilar en lo más profundo de su ser lo que la sociedad les ha “enseñado”. Los valores de la sociedad quedan así bien inculcados en el proceso de socialización.
Pues bien, teniendo en cuenta todo esto, llegamos al hecho de que una persona izquierdista puede ser caracterizada por un alto grado de socialización, es decir, ha asumido hondamente los valores de la sociedad (igualdad, solidaridad a gran escala, etc.). Y dado que su vida sería insatisfactoria respecto al proceso de poder, es decir, no tendría unos objetivos significativos por los que esforzarse de una manera que pueda considerar suya, esa persona utilizaría la política como campo en el que buscar algo que apague su insatisfacción. El resultado, por lo común, suele ser que utiliza los valores de la sociedad para criticar a la misma sociedad. Esto significa criticar a la sociedad por su mal funcionamiento, significa buscar las contradicciones que la sociedad tiene entre sus valores declarados y su funcionamiento, significa llevar una lucha política que, en el fondo, trata de mejorar el funcionamiento de la sociedad.
Finalmente, bajo estos enfoques, el izquierdismo sería a la Izquierda lo que izquierdista es a ser de izquierdas. No serían totalmente lo mismo, pero casi. El izquierdismo no sólo es ideología (un sistema de ideas de izquierdas en su mayoría) sino que se caracteriza también por unas actitudes psicológicas que le inclinan hacia esas ideas. Desde hace décadas, la tendencia del izquierdismo es a ser el componente social más preponderante, en cuanto a ideología y en cuanto a actividades. Se podrá decir que la Derecha todavía tiene mucha fuerza y relevancia social, pero, como ha apuntado algún observador, desde hace tiempo la derecha está “jugando” al juego cuyas reglas las marca el izquierdismo. Los temas de la agenda política actual son en su mayoría temas que fija la Izquierda. La Derecha está a la defensiva e, ideológicamente al menos, rezagada. Algunos ejemplos de esos temas son el matrimonio entre homosexuales, el aborto, los servicios sociales, la igualdad de géneros, etc. La rapidez con la que se ha producido este cambio es una muestra más de los cambios vertiginosos que se están dando en la sociedad tecnoindustrial (crecimiento poblacional, concentración en grandes núcleos de población, desarrollo de todo tipo de infraestructuras y tecnologías, intentos cada vez más numerosos de gestión de la naturaleza, etc.). Unos cambios que parece que no se detendrán en las próximas décadas y que amenazan la libertad humana y la naturaleza salvaje de una manera nunca antes conocida.
A esta definición de izquierdista se le podría objetar que no es posible meterse dentro de la cabeza de la gente, saber lo que piensa y lo que la guía. Desde luego es un tema difícil, con bastantes dificultades empíricas. Pero, después de haber observado durante años al izquierdismo, incluso haber participado en él, sí que me atrevo a describir la psicología que se encuentra detrás de patrones de conducta recurrentes, que se han dado en diferentes lugares y momentos en las últimas décadas. Existe un vínculo entre psicología izquierdista e ideología de izquierdas, de ahí que en diferentes lugares y momentos donde aparecen unas actitudes psicológicas determinadas se suelan dar unas actividades políticas concretas. Con todos los matices que se quiera, pero existe una correlación entre un fenómeno y otro. No reconocerla seguramente signifique ignorar uno de los más característicos problemas de la sociedad tecnoindustrial. Desconozco si el problema tiene solución (tampoco digo que sea un problema prioritario) pero, si ni siquiera se reconoce, difícilmente se podrá solucionar y, peor aún, seguirá entorpeciendo la resolución de los problemas verdaderamente importantes.


Primer problema: los fines políticos acaban por reforzar el desarrollo de la sociedad
El ideal de una sociedad igualitaria y solidaria en la que todo el mundo tuviese la posibilidad de ser feliz, inspira al izquierdismo. Pero estos ideales, estos fines políticos cumplen, inconscientemente o no, un papel en el presente. Y no es precisamente acercarse a ese futuro “idílico”. De hecho, la sociedad tecnoindustrial es una herramienta muy eficaz para considerar y probar esos fines izquierdistas. Fijémonos bien que valores como la igualdad y la solidaridad a gran escala lo que hacen es optimizar el funcionamiento de esta sociedad. Evitando que las personas sean discriminadas por su sexo, su raza, su etnia, su nacionalidad, etc., se consigue disponer de la potencialidad de personas válidas para desarrollar las tareas necesarias dentro de la sociedad actual. Si existiera alguna de esas discriminaciones o prejuicios, ese potencial se perdería, se desaprovecharía. Lo mismo ocurre con la solidaridad. El izquierdismo potencia una solidaridad extensiva en contra muchas veces de la solidaridad natural que se da entre los seres humanos, aquella dirigida hacia familiares y allegados. El nepotismo (favorecer a los parientes) ahora se considera más un problema que algo positivo o normal, dado que es un trato discriminatorio, contrario a criterios de eficiencia o mérito que deberían predominar en un sistema social en funcionamiento óptimo. Se necesita que la solidaridad vaya más allá de los grupos pequeños y se extienda a toda la sociedad para que la cooperación entre las distintas partes de la sociedad funcione mejor. En una sociedad muy especializada como ésta, unos dependen de otros para vivir, si no cooperasen sería una catástrofe. Por eso, alentarles a cooperar puede mejorar el funcionamiento de la sociedad.
Como se viene diciendo en esta revista, el desarrollo y el funcionamiento de la sociedad tecnoindustrial suponen el impedimento de la libertad humana y de la autonomía de lo salvaje. Así que el izquierdismo, bajo su apariencia de bienintencionado, lo que provoca es un empeoramiento de la situación cuando persigue esos fines políticos. Seguramente, agrave los problemas psicológicos que ya tiene la gente cuando consiga asegurar a todo el mundo un bienestar o una felicidad básica. Como ya se dijo antes, las personas lo que necesitan es hacer cosas importantes para su vida por sí mismas, experimentar su propia valía en las actividades significativas de la vida. Y seguramente también, la solución a esos problemas psicológicos se busque en nuevos desarrollos tecnológicos, como nuevos medicamentos o nuevas tecnologías médicas que “solucionen” los problemas, es decir, terminen solamente con sus síntomas o los enmascaren.