19 de enero de 2014

Reflexionando sobre unas pocas conclusiones



El artículo de Peter Vitousek y colegas que fue publicado aquí en tres partes separadas  (una, dos y tres) terminaba en unas conclusiones resumidas en tres párrafos. A pesar de su brevedad, encerraban asuntos de gran importancia que bien merecen una reflexión detenida.
Podemos repasarlas ahora:
“Está claro que controlamos mucho de lo que hay en la Tierra y que nuestras actividades afectan al resto que no controlamos. En un sentido muy real, el mundo está en nuestras manos –y el cómo lo manejemos determinará su composición y dinámicas, así como nuestro destino.”
Es cierto que la sociedad tecnoindustrial tiene un control muy elevado sobre ciertas zonas y procesos, pero cuanto más nos movemos a escalas mayores del funcionamiento planetario más podremos percibir que ese control no es tal. Parece más un deseo, más o menos explícito, que una realidad efectiva. La biosfera se compone de múltiples sistemas complejos que por su propia complejidad tienden a la impredecibilidad y, por tanto, difícilmente pueden ser realmente controlados. Esto significa que el mundo no está en nuestras manos en el sentido de que podamos manejarlo a capricho. Cualquiera puede recordar la importancia que tienen las consecuencias no previstas del desarrollo tecnológico en La sociedad industrial y su futuro o indagar sobre consecuencias imprevistas en otros aspectos de la realidad (en inglés “unintended consequences”). El sueño del control y la gestión integral que proporcionaría seguridad y prosperidad no es más que eso, un sueño. Pero un sueño cuyas graves consecuencias ya están ocurriendo, como describe el propio artículo. Algunos pensamos que el intento de convertir el planeta en una tecnoesfera ajardinada refleja la enajenación que domina a la sociedad tecnoindustrial.
Prosiguen Vitousek y compañía:
“El reconocimiento de las consecuencias globales de la actividad humana sugiere tres direcciones complementarias. Primero, podemos trabajar para reducir la tasa a la que alteramos el sistema Tierra. Los humanos y los sistemas dominados por ellos podrían adaptarse a un cambio más lento y los ecosistemas -y las especies que albergan- podrían hacer frente de forma más efectiva a los cambios que imponemos, si esos cambios son lentos.”
Dejando a un lado las consecuencias no previstas de la sociedad actual ya mencionadas, la alteración del sistema Tierra provocada por esta sociedad tiene unas características bastante claras: tiende a la omnipresencia y es creciente como se describían en otras partes del artículo. ¿Por qué? En pocas palabras, porque la sociedad tecnoindustrial no es compatible con la autonomía de la naturaleza salvaje.  Si a esto unimos lo que dice el quinto principio de la historia enunciado por Freedom Club: “La gente no elige consciente y racionalmente la forma de su sociedad. Las sociedades se desarrollan mediante procesos de evolución social que no se hallan bajo control racional humano” [1], el resultado es que difícilmente puede uno creerse que la tasa de alteración del sistema Tierra puede reducirse voluntariamente y de manera planificada. Pero esto no es todo, las conclusiones del propio artículo señalan otro aspecto importante:
“Segundo, podemos acelerar nuestros esfuerzos por comprender los ecosistemas de la Tierra y la manera en que interactúan con los numerosos componentes del cambio global causado por los humanos. (…) El desafío de comprender un planeta dominado por los humanos requiere además que las dimensiones humanas del cambio global –las motivaciones sociales, económicas, culturales y otros detonantes de las acciones humanas– sean incluidas dentro de nuestros análisis.”
Casi mensualmente aparecen artículos científicos que señalan que las cosas no son exactamente como se creía que eran según las teorías vigentes, ejemplo claro de ello es el estudio del cambio climático. No existe el conocimiento suficiente como para hablar con rigor de que el control del sistema Tierra pueda ser planificado adecuadamente. De hecho, dentro de la comunidad científica se está alentando esa ilusión o espejismo de un control efectivo de las consecuencias de esa “dominancia humana de la Tierra”. Sin embargo, la velocidad a la que aparecen y agravan esas consecuencias no permite adquirir un conocimiento suficiente y completo de lo que está ocurriendo. Esto no significa que no podamos saber qué está ocurriendo, pues a grandes rasgos está muy claro.
“Finalmente, la dominancia humana de la Tierra significa que no podemos escapar de la responsabilidad de gestionar el planeta. Nuestras actividades están causando cambios rápidos, nuevos y sustanciales a los ecosistemas de la Tierra. (…) No hay una ilustración más clara de la extensión de la dominancia humana de la Tierra que el hecho de que el mantener la diversidad de las especies “salvajes” y el funcionamiento de los ecosistemas “salvajes” requerirá aumentar la participación humana.”
Este razonamiento que conduce a una única conclusión posible sigue una lógica un tanto peculiar: “para conservar X, es inevitable tener que transformar X; entonces ya no tendremos X, pero así es la responsabilidad de la que no podemos escapar”. Por supuesto, hay más opciones que la que plantean estos científicos para que la Tierra siga siendo un lugar salvaje. Ninguna de ellas pasa por ambicionar “gestionar el planeta”. Seguir adentrándose en el camino del desarrollo tecnológico significa profundizar en unos daños de una gravedad nunca conocida antes por el ser humano. La responsabilidad debería llevarnos por otro camino.


Notas:
[1] La sociedad industrial y su futuro, pág. 77, Ediciones Isumatag, 2013.



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