7 de noviembre de 2012

UN PENSAMIENTO INMADURO (5ª PARTE)

II. EL SECTOR ECONÓMICO DEL MEDIO AMBIENTE

Hoy día, se puede poner en seria duda que aquello que se califica positivamente de “ecológico” y “natural” sea respetuoso con la naturaleza salvaje, incluso con la naturaleza transformada y gestionada por la sociedad contemporánea. Uno de los “éxitos” del ecologismo ha sido la creación de un nuevo criterio de evaluación de los productos comerciales. Algunos de ellos se comercializan bajo etiquetas del tipo “ecológico”, “respetuoso con el medio ambiente”, etc., como si fueran características destacables a la altura de otros criterios como el precio o alguna medida de calidad. Obviamente, la industria del marketing y de la publicidad hace uso de este nuevo criterio de la única manera que conoce (su objetivo primordial es que la gente compre lo que promocionan). Así es como “lo verde” se ha trivializado profundamente. Coches ecológicos, detergentes respetuosos con el medio ambiente, lavadoras verdes,… A veces, algunas organizaciones ecologistas se quejan de los engaños que la industria de la publicidad realiza a costa de usar “lo verde”. Hablan, por ejemplo, de los lavados de imagen que se dan grandes compañías de la producción de energía. Sin embargo, esto está ocurriendo, en parte, por la ingenuidad “bienintencionada” del propio ecologismo. Creyeron (y creen), erróneamente, que la sociedad tecnoindustrial podía (y puede) ser concienciada del daño que hace a la naturaleza y encauzarla en una dirección de respeto. No analizaron y no analizan la realidad con acierto en al menos unos cuantos puntos, los que han sido tratados aquí. Consideran que teniendo un coche ecológico, bombillas nuevas o cualquier otro producto “verde” se comienzan a solucionar los problemas ecológicos del mundo. ¿A qué se debe esto? Sin duda, la publicidad tendrá buena parte del mérito, pero no abarca toda la explicación posible. Pienso que parte de culpa está también en el componente izquierdista que el ecologismo ha tenido desde sus inicios (al menos en España). Los que entonces (años 70 del siglo XX) se conocían como “los rebotados de los marxismos y las acracias” han ayudado a formar una agenda política singular, en parte propia y en parte prestada. ‘Ecosocialismo’ es un término bastante apropiado para lo que es hoy el ecologismo español con sus temáticas sociales a la orden del día (justicia social, pobreza, exclusión social, etc.). Esta ideología es una de las razones por las que no se asume la realidad tal y como es. (Próximamente, estará accesible el artículo “Izquierdismo: ¿cuál es el problema?” para una discusión más detallada del izquierdismo).

El uso publicitario de “lo verde” o su carácter político izquierdista no engloban todo lo que se encuentra detrás de esa etiqueta. También hay un fervor por las nuevas tecnologías y un progreso tecnológico salvador. En consecuencia, es habitual que, detrás de “lo verde”, “lo natural”, “lo ecológico”, esté la promoción de nuevas tecnologías que supuestamente son respetuosas con la naturaleza. El orgullo patrio se infla al saber que “somos” una potencia mundial en tecnología eólica y solar. Además, se resaltan la potencialidad de la energía mareomotriz y lo punteros que son algunos laboratorios en la investigación de biocombustibles y biomasa. Hay quienes ya han pronosticado que, en unas décadas, España podría proveerse únicamente con “energías renovables”. Esta situación también tiene su lógica: cuando se presenta una nueva tecnología, se promocionan sus posibles efectos positivos. En su publicidad, no se van a detallar sus efectos negativos, aunque se conocieran. Las consecuencias de la introducción y generalización de una nueva tecnología en una sociedad son, en gran parte, desconocidas; incluso hay consecuencias que empiezan a ser reconocibles décadas después de la implantación de esa tecnología. Por ejemplo, ¿quién iba a pensar hace sólo unas cuantas décadas que el uso generalizado y masivo de los combustibles fósiles podría provocar, entre otras muchas cosas, un cambio climático a nivel planetario? He aquí una anécdota muy ilustrativa: una de las ventajas que se destacaba de los primeros automóviles era que no ensuciaban (por entonces se los comparaba con los carruajes tirados por animales que podían soltar sus excrementos en mitad de la calle).

Añadido a esto, se encuentran los hechos constatables que rodean las nuevas tecnologías que aprovechan las energías renovables como el viento y la energía que nos llega del sol. Son industria pesada, siguen teniendo características similares a la industria convencional: fabricación y transporte de miles de toneladas de materiales procedentes de los lugares más dispares. Se diferencian en cosas tales como los gases que emiten o no emiten, pero su carácter de sistema interdependiente, que impide la autonomía de los pequeños grupos y transforma los ecosistemas a peor, sigue ahí. Por ejemplo, es de ingenuos pensar que un aerogenerador surge por generación espontánea, y no por la elaboración de toneladas de acero, fibra de vidrio, cemento, motores, componentes electrónicos, etc.

El desarrollo de esta rama de la industria conlleva la aparición de más técnicos y expertos que integran nuevas grandes organizaciones con su inevitable amenaza de la libertad individual. Pero el sector económico del medio ambiente no se queda sólo ahí. La industrialización ha permitido la intensificación y extensión de la explotación de la naturaleza. Pero ésta, si no se gestiona con cierta previsión y precisión, provoca inesperados inconvenientes a la sociedad. Los ingenieros de montes fueron en su día necesarios para una “adecuada y racional” explotación maderera. Hoy día este tipo de expertos en la gestión de la naturaleza son cada vez más abundantes. Pero su trabajo consiste en asegurar la productividad de los ecosistemas gestionados y garantizar los “servicios” que la naturaleza ofrece a esta sociedad. Seguramente hablen de equilibrios naturales, de respeto a los ciclos naturales, etc., pero su trabajo está muy lejos de la defensa de la autonomía de la naturaleza salvaje. Como parte de un sector económico de la sociedad actual, contribuyen a someter esa autonomía a las necesidades de la sociedad y a someter a las personas a las nuevas regulaciones y normativas “verdes”.

En resumen, detrás de todo esto de “lo verde” y “lo natural”, se encuentra en la mayoría de las ocasiones el desarrollo del sistema tecnológico que inevitablemente impide la autorregulación de la naturaleza salvaje y la libertad individual y de los pequeños grupos de personas. Y éste es un problema lo suficientemente serio como para no entretenerse con discusiones técnicas del tipo: energía nuclear sí-energía nuclear no, molinos aquí-molinos allá, tren por aquí-tren por allá, despilfarro energético-sostenibilidad.

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